Este Carmen huele a ocre, madera que crepita con el fragor
de las llamas. Sabe a hierba fresca que cruje entre las fauces de un minotauro
perdido. Suena a primavera perenne: pájaros que intercambian leyendas, el
discurrir eterno del agua y una campana distante que llora. Los troncos de los
árboles conforman los cimientos de esta fortaleza, coronada por verdes lanzas
que retan a la bóveda celeste. Su roce chartreuse y ámbar acaricia la piel de
los allí presentes; infinidad de texturas que convierten a este Carmen en un
universo paralelo ubicado en otra época, en otro lugar: Un Carmen sinestésico.
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