Aquella
tarde soplaba una ventolina húmeda, mientras sus cuerpos semidesnudos retozaban
sobre la arena mullida y desgranaban risas cómplices. Ella quedó tendida boca
arriba, con su discreto bañador negro algo descolocado, atenta a los graznidos
de las gaviotas y a las figuras esponjosas que viajaban a través del cielo azul
turquesa. Él la observaba complacido, intentando recuperar el poco hálito que
le quedaba tras el encuentro. Se incorporó entonces con cierta dificultad, agarró
su brazo tembloroso y tiró de él con dulzura: “¿Me acompañas?” susurró, y ella
asintió con una amplia sonrisa. Recogieron sus sombreros de paja y ataviados
con los respectivos bastones, estrecharon sus manos octogenarias y caminaron
juntos por la orilla. Aquella tarde soplaba una ventolina húmeda, cuando se
adentraron en el vasto océano hasta que los sombreros quedaron flotando.
Me gustan mucho los microrelatos...y éste tambien...enhorabuena!
ResponderEliminar