domingo, 6 de noviembre de 2016

Evangelio

Destrozaban su carne a cada latigazo. Los bigotes tímidos de los verdugos ocultaban su debilidad y los turbantes tapaban el miedo a desobedecer las órdenes. El azotado solo se esforzaba por respirar. Seguía sin entender porqué llamarse Jesús era un problema.

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